Así fue ¡ALARMA! La revista gore que cautivó a generaciones en México

fuente: https://news.culturacolectiva.com/

Alarma! fue una revista de nota roja, crímenes y muertes sanguinarias que cautivó a millones en México por la brutalidad de sus fotografías.

Juan Carlos Aguilar García es un periodista que colaboró en los últimos años de la revista Alarma!, un semanario mexicano que cada lunes publicaba noticias sobre crímenes y muertes sanguinarias con imágenes crudas, acompañadas de títulos jocosos, con secciones de morbo e historias grotescas que mostraban la violencia del país.

Carlos trabajó en ese rotativo durante ocho años, en el cual tenía una columna sobre crónicas policiacas y pequeños cuentos siempre alimentados por el morbo, la ficción y lo grotesco.

Alarma! tuvo su primera publicación el 17 de abril de 1963 y fue fundada por el periodista Carlos Samayoa Lizárraga. En 1986, el semanario sufrió de censura, pues el presidente de México en ese tiempo, Miguel de la Madrid, decidió cerrarlo. Para evadir la prohibición, Samayoa creó una formato idéntico pero con distinto nombre: Alerta! dando un giro a la censura hasta 1991.

En ese año la revista renació con el nombre de El Nuevo Alarma! bajo la dirección de Miguel Ángel Rodríguez Vázquez quien mantuvo la publicación de la revista de manera ininterrumpida hasta el 14 de febrero del 2014. Sus dueños decidieron no publicar más por un conflicto familiar. El destino fue igual de cruel que la realidad plasmada en sus hojas para su director; Miguel Ángel Rodríguez falleció un mes después de cerrar su querido trabajo por un infarto en el Metro Balderas de la Ciudad de México.

Para Juan Carlos, El Nuevo Alarma!, fue una escuela, hogar y oportunidad para mejorar su economía en el año 2006. En ese entonces, Carlos buscó a Miguel Ángel Rodríguez para colaborar en la revista hasta su cierre en el 2014.

Su sección sobre crónicas policiacas e historias de ficción tuvo tres nombres distintos durante ocho años: Underground, Página negra y Crónicas bizarras.

Su escritura se basaba en casos emblemáticos de homicidios en México y de otros países, también comentó que le gustaba la creación de historias de ficción grotescas, elevadas de tono, con el objetivo de provocar un sentimiento de asco y repulsión en los lectores.

“Recuerdo que cuando estaba haciendo mis relatos de ficción, un día quise hacer un texto de una historia de Japón donde en un restaurante comían fetos, encontré fotos, todo un platillo exótico servido a los clientes", relata Juan Carlos, quien basado en esto, creó una historia ficticia en la Ciudad de México ubicándola en una calle del centro histórico, en donde un restaurante en la capital vendía estos fetos. "La desarrollé y siempre en el contexto de un cuento, algo no existente". Sorpresivamente, en la misma semana de la publicación, Miguel Ángel le llamó para comentarle sobre todos los mensajes de texto, correos electrónicos y llamadas telefónicas de gente que preguntaba cómo llegar al restaurante porque querían comer feto, mientras que otros aseguraron que pasaron por el lugar. "Todo era un invento, la gente mentía para crear una historia colectiva que evidentemente no existe", dijo a Cultura Colectiva News.

Carlos describía situaciones totalmente escatológicas, platicó que siempre se dedicó a cubrir la fuente cultural, pero por razones monetarias tuvo que elegir otras fuentes como política y sociales hasta que llegó a la nota roja. Basado en los relatos de ficción, los cuales consideraba ejercicios periodísticos, se esforzaba demasiado en la repulsión y la sangre. Comentó que en una ocasión tuvo la oportunidad de conocer a una lectora, ella le expresó su asco ante sus historias y la revista, para él fue un elogio porque su objetivo era generar ese sentimiento.

Con más de 13 años ejerciendo como periodista, siempre agradeció la libertad de escritura que Alarma!, le otorgaba a sus reporteros y colaboradores.

En dos o tres ocasiones escribí sobre las violaciones éticas que cometía la propia revista contra los lectores y los protagonistas de las fotografías, mi sorpresa fue que mi texto se publicaba íntegro, cuando cuestionaba al propio rotativo. Esto era algo inédito, en otros medios te corren y en la revista me daban esa oportunidad que incluso escribir en contra de ellos. Mi texto era sobre el derecho a la buena imagen, todas las personas, e incluso los muertos, tienen derecho a una buena imagen, la nota roja violaba esto y lo expresé con total libertad.

Durante sus más de mil números publicados de manera ininterrumpida, Alarma! nunca tuvo ninguna demanda, el secreto radicaba en escribir la verdad. Si una persona murió de 51 balazos, verificaban siempre la información sin exagerar y se publicaba. La cruda verdad, fotografías brutalmente explícitas y sus cabezas con títulos cómicos generaron que se convirtiera en el semanario más popular y vendido a nivel nacional.

En su época de oro, la revista logró una circulación de hasta dos millones y medio de copias vendidas cada semana. Las historias y acontecimientos como el terremoto de 1985, que acabó con gran parte de la Ciudad de México, el asesinato de “Paco” Stanley, el caso de Las Poquianchis, la explosión de San Juanico, entre otras muchas, lograron más de un millón de copias vendidas, cautivando a sus lectores por la brutalidad y por gusto al morbo sus lectores.

La sensación infame llegó a todo México y distintas partes del mundo. Carlos recuerda todavía las pláticas con el fallecido director cuando le preguntaba dónde se vendía más la revista, la respuesta era en la rancherías de Veracruz, donde la población era en su mayoría de estatus económico pobre, mientras que en Japón un artista vendía estas publicaciones en el sector underground como un producto cultural, resignificando la realidad mexicana.

Decía José Ramón Garmabella, un periodista que falleció en 2010 que decía ‘para conocer la historia de un país había que hojear su información policiaca’ a partir de allí puedes conocer la ciudad y un país entero. Esa era la significación de Alarma, donde se conocía a una sociedad con los miedos, crisis y motivaciones a través de una publicación despreciada.

Así fue Alarma!, la revista sobre nota roja que marcó un precedente en la cultura urbana, social y musical de un país violento, donde la tinta chorrea sangre por las fotografías que muestran la calle, el barrio, el pueblo y la verdad humana de matar, observar por placer y coleccionar un recuerdo infame.