COSAS CURIOSAS DEL PUEBLO III

por Miguel Mendez, fuente: https://mytierraadentro.com/

Ensabanado
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EL ENSABANADO: Este es uno de esos sucesos que sinceramente cabria como caso de estudio en varias disciplinas de alguna universidad. La Sociología podría hacer un estudio muy interesante de comportamiento social; la psicología Social lo podría encausar como una investigación de “histeria colectiva”; las ciencias de la Comunicación lo podrían mostrar como ejemplo vivo de cómo nace, se desarrolla y transmite un rumor y sus efectos en la población.

Aunque me tocó vivirlo, como casi todo lo que aquí escribo, no tengo muy precisas las fechas (Quienes me leen frecuentemente ya se habrán dado cuenta que no soy bueno para las fechas) pero debe de haber sido en 1968 o 1969. Era verano eso estoy seguro cuando todo comenzó porque en esos años en el pueblo todo mundo dormía afuera de las casas, en los patios donde se ponían catres de lona, cauchos de resortes o simples colchones en tablas. Era la única manera conocida de hacer frente al calor sofocante, se regaban los patios de tierra para refrescar un poco y se tendían los catres y a dormir. Las noches eran normalmente muy silenciosas, te acostabas y podías escuchar los ladridos de los perros, un que otro carro que pasaba, algún radio encendido y los trailers que pasaban por la carretera y frenaban al llegar a la curva. Conforme se hacía mas noche, los ruidos eran menos y podías casi escuchar las conversaciones de los vecinos ya acostados en sus patios. Aún recuerdo el hermosísimo cielo estrellado y cómo me entretenía buscando satélites que los identificabas porque eran una lucesita igual que una estrella lejana, pero que iba avanzando en el cielo. Era una emoción encontrar uno y verlo avanzar… hasta que te quedabas dormido. Hoy pienso que qué hermosa manera de encontrar el sueño.

El día y el momento exacto que comenzó esto, no lo sé, creo que nadie lo sabe. Quién lo inició, tampoco. Varios se han querido colgar la autoría, pero la realidad es que no hay un solo autor. Todavía hoy cuando nos juntamos los amigos se arman discusiones respecto a quién o quiénes fueron.

Un día de tantos temprano en la mañana, se supo en el pueblo que en el barrio de abajo, fulanita de tal, estando acostada en el patio vió pasar una figura blanca, que caminando rápido, dio vueltas por el patio y entre los catres y luego desapareció. Fue tal el susto de la fulanita de tal, que en cuanto pudo articular palabra, se incorporó en su catre gritando y ahogándose queriendo decir algo y apuntando hacia donde había desaparecido la figura blanca; con los gritos y el susto, se despertaron todos en la casa y con el barullo despertaron a los vecinos. Lo que se sacó en claro es que “una cosa blanca, como si alguien anduviera envuelto en una sábana, se le había aparecido”. Eso debe de haber sido como a las 2 o 3 de la mañana. Para las 7 u 8 de la mañana ya todo el barrio de abajo sabía lo que había pasado. Para las 9, 10 de la mañana, las gentes que llegaban a los changarros compartían la historia. Y para medio día, ya todo el pueblo sabía del suceso y lo platicaban divertidos y riéndose.

Hasta ahí todo hubiera sido “normal”. Una historia más de “espantos” de las tantas que había en el pueblo. Una historia más de “aparecidos”. Lo más probable es que para la caída del sol ya todo mundo se había olvidado de la historia.

Cayó la noche y el pueblo de nuevo se puso en paz… aparentemente…

Esta vez los gritos y susto y ruidos, se escucharon en el barrio de arriba, por rumbos de que José María Méndez. De nuevo la figura blanca, había sido vista en el patio de una casa, pasó corriendo y desapareció de la misma forma. Era la misma figura blanca “como arropada por una sábana”, que había visto la Fulanita de tal una noche antes. En la mañana los comentarios eran “¿Supiste lo que pasó a fulano?” y te contaban la misma historia, pero ahora había sido en el otro extremo del pueblo. Todavía no dejaba de ser una anécdota más, poco creíble además. Pero todo el pueblo lo supo.

La tercera noche, la figura blanca se le vío por la loma, por el barrio de los Bracamontes, pero esta vez lo vieron pasar ya no corriendo, sino volando al ras del suelo. Susto tremendo, gritos histéricos, chamacos llorando, hombres vistiéndose para salir a perseguirlo. Desapareció tan rápido como había aparecido. En la mañana el comentario era “¿Supiste que vieron al ensabanado en por rumbos de la loma en casa de los tal?” “Oye, el ensabanado se apareció volando en tal lado”.

Ahora si ya era para tomarse en serio y las pláticas de los esquineros, en los changarros, en las casas, en todos lados era sobre el “ensabanado”. Se sentía un poco de miedo en el ambiente.

El ensabanado no hacía daño, hasta ese momento solo se había limitado a pasar y desaparecer. Pero que miedo. Siempre aparecía de noche, entre las 12 y las 2 ó 3 de la mañana.

Las siguientes 6 ò 7 noches el ensabanado siguió apareciendo en distintos rumbos del pueblo y fue adquiriendo poderes: Volaba no caminaba, podía con facilidad pasar volando bardas de 2 metros de altura, hacia ruidos extraños, amenazaba con tocarte…

Se apoderó del pueblo una histeria colectiva y comenzaron las discusiones en las familias y en la calle en los grupos de hombres; unos decían que era un espanto y dependiendo de donde se aparecía o lo veían, “podía ser fulano de tal que ahí vivió y se murió hace como 60 años”; otros decían que eran “marcianos” (Asi les decíamos a los extraterrestres) pues se habían visto unas luces extrañas por el cerro. Otros decían que eran unos vagos de Caborca que venían al pueblo a asustar y divertirse. Lo cierto es que ya el tema de conversación todo el día a todas horas y en todas partes era “El Ensabanado”.

A las dos semanas de la primera aparición, el ensabanado seguía apareciendo, pero ahora en dos o tres lugares apartados entre si, casi al mismo tiempo, sólo con diferencia de unos cuantos minutos, lo cual lo hacía más increíble y más temible, pues podía trasladarse en cuestión casi de segundos de un lugar a otro del pueblo. La gente comenzó a casi no dormir, muchos prefirieron dormir dentro de casa aunque hiciera calor.

Para tranquilizar a la población el ayuntamiento contrató cuatro policías auxiliares para reforzar a los tres que había. Comenzaron a hacer rondines por los distintos barrios del pueblo para dar tranquilidad y seguridad a la gente. Aquello era una locura, el miedo se reflejaba en las caras de mucha gente y el coraje en otros. Se comenzaron a formar grupos de hombres adultos, de jóvenes adolescentes y de chamacos para “cazar al ensabanado”. Mis amigos y yo formamos un grupito de chamacos de 13, 14 años y armados de piedras y palos, recorríamos barrios enteros buscando al ensabanado. En el camino nos encontrábamos con otros grupos que hasta tenían sus señas de silbidos para alertarse unos a otros, había que silbar, no gritar porque el ensabanado podía oírlos.

Obviamente como chamacos debíamos llegar a dormir a casa asi es que nuestros rondines acababan temprano en la noche.

Al siguiente día no despertábamos con la noticia de que el ensabanado se había visto por tal lado, que los del barrio tal lo habían perseguido y tirado piedras, pero se les había perdido en la casa de no se quién. Y todo eso se contaba con tremendos ojotes abiertos del susto. No faltaba la señora que había caído desmayada porque vio el ensabanado en el patio de la casa, pero resultó ser una sábana o una camisa blanca en el tendedero de la ropa.

Asi pasaron tres casi cuatro semanas, la noticia llegó a la radio en Caborca, que era la radio que escuchábamos y se hacían comentarios entre chuscos, divertidos y serios de lo que estaba pasando en Pitiquito. No faltaron los jóvenes que con unas cervezas de por medio, llegaban de Caborca en carros a “ayudar a los Pitiqueños a agarrar al ensabanado”.

Una noche estábamos mi grupo de “caza ensabanado” con piedras en mano en la esquina de lo que era la casa del Dr. Lizárraga, era temprano, tal vez las 11 casi las 12 de la noche. Alguien grito “El ensabanado, alla en la loma” y al mismo tiempo se oyeron gritos de mujeres que gritaban “el ensabanado, el ensabanado” y volteamos y efectivamente en la esquina de la casa de Ramón Salcido, tres cuadras arriba de donde estábamos, vimos pasar al ensabanado corriendo. Salimos en estampida todos con ese rumbo, pero nos detuvimos en seco al escuchar tres disparos que sonaron horribles y los oímos muy cerca. Era el Tito Pino, el herrero del pueblo, que había hecho los disparos con un rifle cuando vio al ensabanado.

A partir de esa noche el ensabanado agarro miedo. Y poco a poco dejó de “aparecerse” hasta que ya no lo hizo más.

Con el correr de los días se comenzó a saber que el ensabanado era caracterizado por distintos jóvenes y hombres del pueblo que se ponían una sábana y salían a asustar gente y se daban la divertida de su vida. En realidad eran varios los ensabanados pero ni volaban, ni hacían ruidos extraños, ni atravesaban paredes, solo corrían. Estoy seguro que algunos “Ensabanados” me estarán leyendo.

Afortunadamente no hubo un muerto con disparos, ni hubo infartados. Asustados, desmayados, nerviosos, desvelados sin dormir, accidentados al caerse al suelo huyendo del ensabanado, miados y cagados si.

Por eso digo. Lo que pasa en Pitiquito, solo en Pitiquito. A ver díganme si no