Don Víctor Estrella, primer presidente municipal de Puerto Peñasco.
Don Víctor Estrella, primer presidente municipal de Puerto Peñasco
Como relámpagos en mi mente recuerdo haber escuchado a Víctor Estrella, referir su vida tantas veces. Y así llegan tantos recuerdos y relatos. Vienen e iluminan mi memoria. Como si lo estuviera escuchando en este momento:
“Nací en Pitiquito, Sonora el 28 de diciembre de 1899, acabo de cumplir 86 años (decía en 1985), y estoy muy malo, tenía cáncer, más bien dicho tengo cáncer pero ya me lo dominaron… llevo una vida muy solitaria… me hace mucha falta mi vieja. Ella ya cumplió tres años de muerta, voy para cuatro años de vivir solo, muy solo. Aquí en esta casa murió mi esposa, duramos muchos años de casados…“En 1925 yo vivía en Pitiquito y trabajaba en el molino harinero, cuando salí de la escuela me quería ir a estudiar a otro lado por que no había secundaria ahí y le dije a mi padre y me dijo que si, que qué bueno que quería seguir estudiando, ya que él nunca tuvo escuela, no sabia leer ni escribir, y me dijo: ‘dile a tu mamá que te aliste tu ropita… ¿y a donde quieres ir?’ ‘Pues no se’, le dije, ‘mis compañeros unos van para Hermosillo, otros van para Ciudad Juárez, y yo también me quiero ir’ a donde sea.
“Y mi madre dijo que no, que se le iba a desgranar su mazorca, y me dijo que le dijera a mi papá que no, y me dijo: ‘mira mijo, a nosotros no nos falta nada y tu papá no sabe ni escribir y mira que a gusto vivimos’, mi madre era muy querendona con todos nosotros, y pues no me dejó. Me dijo: ‘dile a tu papá que te consiga una chamba’. En ese entonces mi padre era socio del Molino Harinero, y ya le dije a mi papá que no me había dejado mi mamá, y le dijo mi papá a mi mamá: ‘!que no te dije que le arreglaras el velicito para que se fuera!’, ‘pos no y no’, dijo mi mamá, ‘mejor consíguele una chamba aquí en Pitiquito’.
“Y ya sin decir nada mi papá salió y se fue y en la noche volvió y me dijo: ‘ya esta mijito’ Me dio mucho gusto oír eso. ‘Mañana te vas al molino a trabajar allá’. y pues eso ya no me dio mucho gusto, y fui a la oficina de Rodrigo y pues ahí luego me dijo: ‘Vente para acá’, y ya empezó a ayudarme en como hacer las cosas y a despachar la harina y los carros que iban a cargar harina, total fue una chamba muy segura, ganaba en aquel tiempo 75 pesos al mes, y era mucho, pero yo tenia mis extras por que cargaba los sacos a los carros y yo mismo les ayudaba a acarrear y me daban mi peso de propina por el trabajo que les hacia, y así que hacía inventario, y como era yo muy chamaco no tenía gastos que hacer y ahí fui aprendiendo, aprendí mucho de contabilidad, y la mecánica del molino, sabía manejar el molino, todo el movimiento del molino yo lo hacia, si faltaba el molinero yo era el molinero, y ahí crecí, dure muchos años trabajando.
“Yo me casé a los 19 años y vino un cuñado mío de El Paso, Texas, era compañero mío de la escuela también, y me dijo: ‘Vamos para California, Víctor’ ‘Adió, ¿y que voy a hacer en California?’ Le dije, ‘pues vamos a buscar chamba’, me dijo, y yo no quería pero el ahínco de mi esposa siempre había sido irse para el otro lado, y fue ella quien me dijo: ‘Vete con mi hermano, vete allá a aprender inglés y a ver si mañana o pasado nos podemos ir al otro lado’. A ella siempre le gustó vivir allá. Y entonces dejé la chamba del molino y me fui a California de bracero y así estuve por allá una temporada fue como en el año 1923, y mi vieja sabia donde estaba y me mandó decir que estaba enferma y que no sabía que hacer, y pues me regresé, dejé la chamba que tenia allá y me vine a Pitiquito otra vez, y ya me puse a trabajar con un cuñado en el comercio. “Después puse un negocio de cantina, y así me fui yendo, y llegó Benjamín Bustamante, el me hizo que entrara en el negocio del pescado.
“Cuando conocí a don Luis Fourcade estaba yo en el negocio de la pesca, comprando pescado para Benjamín Bustamante, él fue el primero que comenzó a comprar pescado en un automóvil pasajero. Llevaba pescado de Puerto Lobos o de Libertad hasta Tucsón, en un carro pasajero, le quitaba el asiento de atrás y ahí echaba el pescado y entonces me dijo, ‘tu tienes chanza de conseguirte un troquecito por ahí, es buen negocio y traemos más pescadores a los parajes’. Y había un señor en Nogales, tenía una marqueta (un mercadito) ahí en Nogales, Don José Villa se llamaba y mandaba a Santiago Rojas en un troque a traer pescado a Libertad y a Puerto Lobos, que eran campos pesqueros, parajes les decíamos, y entonces fue cuando le entré yo también al negocio y ahí fue cuando conocí a Luis Fourcade que venía a pescarle a José Villa, yo creo que eso fue como en 1927; pescábamos en Libertad, y allá estaba don Luis y su sobrino Guillermo Munro, ahí estuvieron trabajando… don Luis era carpintero de ribera.
“El primer troque de Benjamín Bustmante fue una camionetita Chevrolet, tipo panel, yo también tuve un troquecito y después compré un tonelada y ya me quedé en el negocio ese de compra venta de pescado. “Cuando recién empecé a comprar pescado fue en Puerto Libertad, usaba una camioneta marca Chevrolet, traía el hielo de Tucsón, por que en Pitiquito no había hielerías, y el pescado lo entregábamos también Tucsón, el pescado era baya y totoaba también, se vendía más el pescado grande.
“Ya después me tocó venir para estos rumbos. Antes los pescadores vivían en el estero de Sierra Pinta, y al camino para llegar era de Sonoyta a las minas de la Sierra Pinta y de ahí a la playa, había entonces una vía angosta de ferrocarril, de ésas de armoncito, o carritos con rieles. Así llevaban el metal al estero de La Pinta para embarcarlo en el estero San Jorge, antes de llegar a Punta Peñasco llegamos al estero de San Jorge, en ese entonces había una familia viviendo ahí pero no estaban trabajando. Y la primera vez que entramos ahí, no había camino, Benjamín Bustamante y yo nos fuimos por un lado de los rieles de la mina. La de los armocitos mineros.De la mina de La Sierra Pinta sacaban oro, de la mina a la playa son como 15 millas más o menos, llevaban toneladas de oro en barcos a California.Ya después me quedé aquí en Puerto Peñasco cuando mi niña ya estaba grandecita, ella nació en 1928, en Tucsón… entonces llegué aquí en 1930. Pero en 1928 vinieron los gringos raspando piedras, rumbo al puerto.
Venían de Phoenix y como aquí no había nadie y los pescadores vivían allá abajo en el sector naval en carpitas y pues estaba solo el lugar.“Después, como en 1934 me fui para Kino por que aquí no había pescado, salían las panguitas en la madrugada y no traían más que una totoabita o dos, y había otros pescadores que venían a comprar pescado también, y empezó a haber competencia, Marcelo Pino, el Chale Pino, otros. Allá en Kino si había mucha totoaba, cuando yo estaba aquí vinieron unos muchachos de Kino y me dijeron que aquí no había nada, que me fuera a Kino, ‘allá hay mucho pescado, allá no hay trocas ni nada’, me dijeron y cuando me dijo eso pues me quise ir y aquí estaba mi vieja conmigo, con mi hija que tenía como un año, y nos fuimos para Kino.
“Yo pensaba ir hasta Tucsón y de ahí a Nogales, pero en lugar de eso, en Sonoyta di vuelta y me fui para Caborca y luego de Caborca me fui a Hermosillo y ahí en Hermosillo llené el troque de provisiones y de hielo y todo eso y me fui a Kino por cierto muy malo el camino pero llegué hasta Kino y había puros pescadores conocidos, los Guzmán que conocí en Puerto Lobos y se habían ido para Kino también, y les dio mucho cuando llegue yo ahí con el troque cargado de provisiones, por que ellos subían a los cerros para buscar pitahayas para comer, ¿Cómo estaría la vida de apretada? Y yo que les llevé harina, manteca, frijol, café, azúcar y de todo les repartí entre todos las provisiones y ellos muy contentos, me dijeron: ‘mañana te cargamos’.
“No había más que como unas cuatro lanchitas chiquillas, y se fueron todos contentos, y al día siguiente salieron las panguitas temprano y al rato vi que ya se regresaban y pensé que se les había olvidado algo, pero no, ¡ya venían con las panguitas llenas de totoaba! y todos con annzuelo a puro jalón, no se usaban las redes y descargaron el pescado y se devolvían otra vez, los dueños de estas panguitas eran los Camargo, total que ya había seis toneladas de pescado y yo enhielándolo y acomodándolo, y pues ahí venimos de regreso otra vez en la noche y cargado el troque hasta el tope, despacito por que el camino era muy malo, de tierra, y ya en la madrugada, ya aclarando, antes de llegar a Hermosillo, paré el troque y le tuve que quitar las llantas de afuera por que tenía rodada doble, y no cabía en las rodadas de la brecha que eran angostas y hundidas, y me fui despacito por camino de tierra porque no existían las pavimentadas y pues siempre hice toda la noche para llegar de Kino a Hermosillo, y ahí estaba Santiago Rosas, estaba en un changarrito en el mercado y llegué con Santiago, él tenía un troquecito, a él ya lo había conocido en Libertad, y le dije: “el lunes quiero llevar un poquito de pescado hasta Santa Ana Sonora, si quieres ayudarme porque el camino está muy malo, y me dijo que si, y le eché un poquito de pescado a su troca y me lo llevó hasta Santa Ana, llegamos otro día en la mañana a Santa Ana, por que no había carretera, no había carretrea en todo Sonora, era solo una brecha muy amolada. Y en Santa Ana descargamos el pescado de su troque y lo pusimos en el mío, y el se regresó de vuelta a Hermosillo en su troque.
“Yo me fui para la frontera toda la noche otra vez de camino de tierra hasta ir a amanecer a Nogales, pues yo ya tenía tres noches sin dormir, pasé la frontera en la mañana en Nogales y me fui a Tucsón, allí hablé a San Pedro California, a una marqueta (mercado) a donde yo vendía pescado, y no tenían ni un pescado en la marqueta, estaba muy escaso el pescado y les hablé a los marqueteros que conocía, y sí, me dijeron: ‘vente’. ¿Y cómo está el precio? les dije, ‘pues te vamos a pagar a 10 centavos la libra’, me dijeron, y en aquel entonces 10 centavos era mucho dinero, yo llevaba doce mil libras, eran 1,200 dólares, y en aquel tiempo 1,000 dólares era como un millón de pesos ahora (1985), y ahí voy toda la noche y en la madrugada llegué a San Pedro, California y me quedé dormido en el asiento en el estacionamiento, andaba muy desvelado, me levanté como a las 10:00 de la mañana asustado, y ahí voy a hablarles a los patrones, para decirles que ya había traído el pescado, ‘¿Dónde?’, me preguntaron, ahí afuera, en mi troque. Salimos y que abro las la caja y no traía ningún pescado, y estaba bien asustado, ‘me chingaron’, les dije. Venía muy cansado.
Me quedé dormido. Entonces me dijeron que ya lo habían descargado y hasta me habían lavado el troque, y yo ni cuenta me di.“Cuando llegué a Kino era yo solo, yo manejaba, porque no había más trocas y tenía un troque más grande, y lo llevaba hasta los Ángeles California, allá si había carretera, por que en Sonora no había más que puras brechas. “Entonces el camarón andaba libre, no se le conocía comercialmente ni se comía, cuando subía el agua los chamacos agarraban los camarones con las manos y los juntaban en botes. No tenía precio.“Yo fui el primero que empecé a llevar el camarón para el otro lado, los gringos ni lo conocían, no se explotaba el camarón para nada, el primer camarón que llevé fue como cinco o seis latas cuadradas de 5 galones y me dijeron ‘Esto… ¿que es?’ ‘Es camarón’, les dije, ‘es muy bueno para comerlo’. “El pescado me lo pagaban ya a 12 centavos la libra y el camarón me lo fueron pagando a 8 centavos la libra, pero poco a poco fui llevando en latas junto a la totoaba, y fue abriéndose el mercado allá en San Pedro. “El primer barco que hice aquí en Peñasco me lo hizo un muchacho de Guaymas, que no recuerdo como se llamaba, lo hicimos frente al mar, frente con Santiago Mitre, por donde está el mercado de mariscos, pero lo botamos por que no había como llevarlo al agua, ni modo de llevarlo arrastrando a la fosa, y me salió la idea de hacer un muro para adentro del mar, y poner el barco de frente y con polines subimos el barco y ¡vámonos hasta el agua! Mucho tiempo duró ese muro…“Cuando vino Miguel Alemán a Peñasco vino en el tren, y todos nos fuimos a ver al presidente y recibirlo a la estación, que era en el campo de en medio.
También venía el ministro de comunicaciones, y otros empleados de gobierno, y me dijeron: -¿Cómo le hacemos para llegar hasta allá? (al puerto) Y le dije: ‘Pues caminaremos, para irnos con la gente’.Uno de los que venían dijo: ‘Pero ¿cómo vamos a ir hasta allá, esta muy lejos?Siempre llegaron. El hotel era el Cortez, lo hicieron por que iban a reunirse el presidente Cárdenas con el presidente de Estados Unidos, Roosevelt, y el hotel quedó bien hecho. “Ya después pusieron oficinas de correo y telégrafo, y en una de las veces que vino de campaña política el general Abelardo L. Rodríguez, que había sido presidente de México, después que fue presidente de México fue gobernador de Sonora, y vino aquí acompañando a Nacho Soto. “Nacho Soto era amigo mío y le pregunté si el estaba jugando para gobernador, y me dijo que no, ‘pues por ahí andan los rumores’, le dije, ‘y si llegas a ser gobernador quiero que hagas una buena escuela por que no tenemos’. ‘Pues yo no se nada de rumores’, me dijo. ‘pero si llego a ser gobernador te prometo una buena escuela para el pueblo’. Y cuando llegó a la gubernatura le recordé la promesa de la escuela y me dijo: “la semana que viene te mando una cuadrilla de ingenieros para que hagan la escuela y tu les vas a decir donde la quieres por que tu conoces mejor allá”. Y a la semana llegaron los ingenieros a buscarme para ver donde hacían la escuela y les dije que donde estaba Petróleos Mexicanos (hotel Cortèz), y luego luego se pusieron a hacerla y en 1951 ya estaba terminada. Y después fui otra vez con el gobernador, y le dije: ‘¿oye Nacho, cuándo vas a hacer el municipio? está muy lejos Caborca y hasta allá tenemos que hacer todos los tramites’,Por que aquí era comisaría nomás, y me dijo: ‘Déjame, no puedo hacer todo a la vez, pero dame tiempo’. ‘Bueno, ándale pues’, le dije, y pasó el tiempo y pues otra vez ahí voy a visitarlo, y me dijo: ‘Bueno, ándale pues de una vez, la semana que entra te voy a hacer el municipio’.
En eso ya habían pasado las elecciones municipales y habían nombrado un comisario nuevo, y le dije: ‘pero acaban de ser las elecciones, ya no hay ajustes’.‘No le hace’ dijo, ‘voy a ir al congreso a que declaren municipio a Puerto Peñasco, que nombren un consejo municipal libre y a quienes van a ser los que van a ser los regidores y tu vas a ser el primer presidente municipal’. Yo le dije: ‘Yo no quiero ser presidente, yo tengo muchos negocios’.‘Pues mira’, me dijo, ‘si tu no quieres ser el presidente no te hago el municipio’. Y le dije: ‘!Ah! entonces así por las buenas, pues si’.‘Pero dime quienes van a ser los regidores’. ‘Pues son el Dr. Ignacio Roel, Jesús Sánchez, -que era contador de la aduana-, Armando Urrea, y luego Eugenio Uriarte”. “Y así se nombró el consejo, y el congreso declaró municipio a Puerto Peñasco, eso fue en 1952. Así fue como llegué a ser el primer presidente municipal”.El frío de enero pega con vientos gélidos que azotan los rostros y manos y duelen los ojos y las orejas. El dolor les arde como agujas congeladas. Y cuando en alta mar, el agua les endurecía las manos heladas y los pescadores las frotaban en su ropa y les soplaban con el vaho tibio sin gran alivio.
Azotaban su cara con sus propias manos y se las golpeaban una con otra. No soportaban el intenso frio de los huesos. No había chamarra o cobija que les quitara ese frio espantoso. Y es que la pesca era a mano con piola y anzuelo. Jalaban las totoabas a mano, y la piola helada se hendía en las manos agrietadas y el agua salada ardía en sus cortadas. Con un gancho las subían y con una macana de mezquite las mataban porque hacían mucho movimiento al coletear y agitarse y las canoas y falúas eran pequeñas y angostas. Y así pescaban. Todo eso me llega como relámpagos. Veo una escena y veo otra, veo situaciones, veo rostros de niños y niñas de mujeres y hombres, y así era la vida entonces. Vida que fue y ya no es.