EL CINE PITIQUITO.

Por Miguel Mendez, fuente: https://mytierraadentro.com/

El cine Pitiquito (audio)
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Y después del día de posada en la escuela primaria, con lo cual se cerraba el ciclo escolar agosto-diciembre, pues comenzaban las vacaciones cortas. Eran menos movidas que las de verano, pero aun así encontrábamos la manera de hacerlas divertidas y para nada aburridas. El frío nos limitaba un poco, pero no mucho en realidad, lo único que podía mantenernos en casa era un resfriado de esos que echas agua por la nariz, y a veces ni eso nos detenía.

Entre los 9 y los 13 años, es decir antes de que te comenzaran a “preocupar en serio” las muchachas, lo que hacía en el día era salir a la calle e ir a casa de alguno’s de los amigos a ver si salían (Lo que siempre sucedía) y rápidamente nos juntábamos 4, 5 y a buscar qué hacer.

Don Raúl Reyna tenía el Cine Pitiquito que daba funciones dobles, los martes, jueves, sábado y domingo de cada semana, por la noche. Durante el día, el cine permanecía cerrado… pero no para nosotros. Todavía hoy cuando nos juntamos, recordamos con agrado y muertos de risa todas las anécdotas y las aventuras que vivimos durante años, en el cine cerrado durante el día. Era el lugar perfecto porque podíamos hacer lo que quisiéramos a puerta cerrada y sin frío en el invierno; además en el centro del pueblo.

De chamacos, los juegos en el cine eran, las escondidas, los encantados, a los tejanos o vaqueros y hasta beisbol corriendo entre las bancas; un poco más grandes, nos metíamos a fumar a escondidas o simplemente a platicar charras. Y más grandes aún, cuando las hormonas comienzan a inquietarte, nos metíamos a tomar, a fumar y a ver las mejores escenas de las películas para adultos americanas o mexicanas, las de Meche Carreño, Isela Vega y algunas por el estilo. Hacíamos coperacha para comprar una botella de ron San Marcos o Bacardí o bien cerveza, Teníamos 15 años.

Yo no sé si Don Raul Reyna se daba cuenta y se hacía el loco; creo que no, porque conociéndolo nos hubiera agarrado a cintarazos mínimo o se hubiera quejado con nuestros papás; algunas veces nos agarró adentro pero si su nieto Jorge Cota que era de la bola, andaba ahí, salía él a “recibir” a su Tata Raúl y los demás poníamos la mejor cara de niño bueno que teníamos super ensayada; Nos veía, nos preguntaba qué andábamos haciendo, le respondíamos que ayudando a limpiar y recoger la basura de la función de la noche anterior, hasta escoba agarrábamos, y nos dejaba y a lo suyo. Normalmente conocíamos sus horarios a la perfección: Entre 10 y 11 de la mañana llegaba para recoger las películas ya vistas o bien para bajar las nuevas que habían llegado. Si Jorge no andaba con nosotros no había problema normalmente, el “Cácaro” del cine o el que hacía el aseo, eran amigos nuestros y entonces sí, el grito era “ahí viene Don Raúl” y a correr todos a escondernos, unos tirados entre las bancas, otros detrás de la pantalla y otros en el techo; un silencio absoluto, sepulcral, no se oía nada. Entraba Don Raúl y caminaba y jamás nos encontró escondidos. Salía Don Raúl, se iba y los gritos y risas comenzaban.

Pasamos muchos inviernos y muchos veranos también en el interior del Cine Pitiquito, crecimos de niños a pubertos y luego adolescentes jóvenes. Conocimos cada rincón del edificio, cada butaca, aprendimos a prender las máquinas proyectoras, aprendimos a cortar y pegar rollos de película con acetona para las uñas y aprendimos sin saber, que eso era editar películas, pues si queríamos, hacíamos que Nacho Carrasco cortara y pegara escenas que no correspondían sólo para divertirnos y reírnos; luego se volvían a pegar a la perfección los rollos, usando sólo una navajita Gillette y un frasquito de acetona.

Vimos en “función privada y exclusiva”, algunas películas antes de su estreno en el Cine Pitiquito; nos hicimos amigos y compañeros de Pedro Infante, Jorge Negrete, Arturo de Córdova, Prudencia Grifell, Sara García, Luis Aguilar, Miguel Aceves Mejía, César Costa, Enrique Guzmán, Angelica María, El Santo, Blue Demond, Huracán Ramírez, Jerry Lewis, Jane Fonda, Robert Mitchum, John Wayne, Cleant Eastwood. Crecimos con ellos, actuaron para nosotros en privado muchas veces, los considerábamos parte de la familia casi casi. A veces pensábamos que, si les hablábamos a los actores, ahí en la pantalla, nos responderían y nos saludarían y nos reconocerían. Así de nuestros los considerábamos.

Yo no imaginaba ni en los sueños más locos, que unos años después estudiaría Comunicación y llevaría la materia de cine, y en ella volvería a ver muchas de esas películas, pero ahora debía analizarlas, desmenuzarlas escena tras escena, analizar los personajes, analizar la actuación, la dirección, la iluminación, la fotografía. Fue un feliz reencuentro con mis amigos de la pantalla y con mis amigos de mi pueblo, pues cuando veía esas películas en clase en Monterrey, inevitablemente terminaba con la mente en el Cine Pitiquito, con mis amigos al lado. Afortunadamente me las sabía de memoria las películas, muchas las vi más de cinco veces.

Para ese grupo de amigos, que no éramos muchos porque el cine no era para todos, era de nosotros, el Cine Pitiquito significó mucho más que una sala de proyección de películas, ahí dejamos parte de nuestra vida y ahí nos hicimos grandes prácticamente.

Agradezco a Don Raúl Reyna el haber sostenido lo más que pudo el Cine, antes de cerrar definitivamente. Sé que fue una difícil decisión que dolió a toda la familia, pero tal vez él nunca supo que había un grupo de chamacos traviesos a los que nos pudo y nos dolió mucho más. Al cerrar, se cerró un capítulo en nuestras vidas, en nuestras almas.

La ilusión viaja en tranvia, clásica del cine Méxicano.

El cine Pitiquito capitulo 2


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