El Desemboque, entre el desierto y el mar
Un majestuoso paisaje desértico, lleva a esta comunidad Seri o Comcáac, asentada a un lado del mar
Por Diana Acuña (El Imparcial)
Un impresionante valle colmado de fieles guardianes, los sahuaros, ofrece una bienvenida a los visitantes de El Desemboque de los seris, da la impresión de estar en medio de la nada mientras se recorre un, a simple vista, interminable camino.
Conforme avanza la carretera 36 Norte que se toma hacia el Noroeste de Hermosillo la vegetación y la vista va cambiando, de tener arbustos y pequeños verde pálido y un suelo árido, firme, se transforma en arenoso y de color claro.
Una carretera estrecha poco a poco se inclina hacia la costa y con ello da paso al paisaje desértico, pequeñas montañas de rocas de tonos rojizos y piedras de textura granulada, todo eso sobre el suelo en apariencia suelto.
Basta abrir los ojos y dejarlos libres hacia el horizonte para apreciar cómo los cactus, en su mayoría de edad avanzada y altura imponente se pierden de vista dada su lejanía.
Después de recorrer poco más de 100 kilómetros, hay un casi inadvertido camino de terracería que conduce a la población Seri, son entre 17 y 20 kilómetros de una estrecha senda por la que con dificultad caben dos vehículos.
Después de unos minutos los sentidos se relajan, se impone el silencio y se respira el eco de pequeños reptiles y animales silvestres que se mueven entre las ramas secas del monte, la mirada percibe cada movimiento alrededor.
Choyas amarillas
Los soldados firmes, algunos con coronillas que deslumbran cuando les da la luz del Sol, las pequeñas choyas vestidas de finas espinas amarillas parece que toman vida y guían el rumbo hacia la casa de los comca’acs.
Sin pensarlo te encuentras con lomas pronunciadas que rompen con la tranquilidad del camino, curvas cerradas y lagunas de arena que hay que tomar con precaución.
“Si quieres ver el monte, te puedes ir por la carretera y vas a pasar el arroyo, luego está a curva y como que subes... de ahí se ve muy bonito”, dijo José Reynaldo Estrella, un hombre joven que casi diario recorre el camino.
A lo lejos se ven luces de casas, se entra al pueblo y se aprecian calles sin pavimentar y casas sencillas, la mirada de la gente de semblante serio cae sobre los visitantes, al ser un pueblo chico es notorio cuando entra algún foráneo.
Bellos atardeceres
La calle termina a la orilla del inmenso mar que se colorea de azul, verde, al verlo de cerca es un hermoso espacio de agua clara y por las tardes se vuelve rojizo y luego oscuro.
Las aves sobrevuelan el territorio pausadamente, parecen inmóviles, para luego posarse sobre los enormes hijos del desierto: Los sahuaros, pitahayos y cinas, donde pueden permanecer por largos lapsos luciendo su porte.
“Ahí se paran por horas, a veces están ahí todo el día, no se mueven aunque nos acerquemos no se mueven, no les da miedo”, comentó Mayra Estrella Astorga, habitante de El Desemboque mientras admiraba un ave posada sobre un sahuaro muy cerca de la playa.
La playa se disfraza con arena blanca de finos granos que envuelven conchas y caracoles, de pronto te ves caminando sobre pequeñas piedras, grava que si pones atención emite música al recibir las olas que revientan en ella.