ESCUELA PARA MUJERES II

por Miguel Mendez, fuente: https://mytierraadentro.com/

Cuando en el pueblo se supo del regreso de Juanita, las visitas en casa no se hicieron esperar ya que se corrió la voz que había bailado con el Presidente y más aún que traía la autorización para la Escuela para Mujeres.

No era cualquier cosa la hazaña de Juanita. Situémonos en la época, en el momento. 1890 y tantos, México estaba prosperando aceleradamente con Porfirio Díaz en el poder: Grandes construcciones de arquitectura afrancesada estaban surgiendo en la Capital del país y en otras ciudades; el ferrocarril crecía aceleradamente gracias a que Díaz estaba concesionando tramos completos para que compañías extranjeras construyeran las vías y operaran esos tramos; se estaba dando gran impulso a la explotación del mar, la minería y la producción agrícola. El gobierno tenía una eficiente estructura de recaudación de impuestos a pesar de las distancias enormes y a la falta de caminos en buen estado. La sociedad, “la gente bien”, estaba más que conforme con el gobierno de Díaz, les iba muy bien, sus haciendas eran cada vez más ricas, la industria comenzaba a moverse gracias al vapor y al petróleo. Quien no estaba conforme era el pueblo, la clase baja asalariada y casi esclava de los hacendados. La desigualdad era enorme.

Pero en Pitiquito si bien es cierto no habían llegado todos esos progresos, si había “gente bien”, si había caciques dueños de tierras y ricos. Y también gente jodida.  Pero estoy seguro que había algo que los unía, que era el deseo de que los hijos fuesen a la escuela a la única que había, la Escuela para Varones. Y ahí se mezclaban ricos y pobres y hasta ahí llegaba la igualdad.

Juanita pertenecía a la familia Lizárraga Ortega. Gente bien, familia acaudalada para la época. Su padre Don Francisco Lizárraga era entre otras cosas Recaudador de impuestos para el Gobierno de Porfirio Díaz y cada cierto tiempo iba a la Capital a hacer entrega en persona, de lo recaudado. Imagínense atravesar todo el país en carruaje de bestias y después en tren, con una cantidad de dinero en efectivo encima.

Juanita por lo tanto no tenía necesidad de estudiar. Su vida estaba resuelta: A su debido tiempo se le buscaría un marido a su medida, se le daría una casa y a tener hijos y tan tan.

Pero en Pitiquito nunca se sabe que pasará. Nunca se sabe cómo van a terminar las cosas.

Cuando se supo lo de la Escuela para Mujeres, muchas niñas y muchas mujercitas de 13, 15 17 años, se alegraron y muy dentro de si, daban gritos de felicidad; no podían expresarlo abiertamente porque sus padres las regañaban; otras, las menos, se atrevían a decirle a sus padres que en cuanto estuviese lista la escuela, querían estar ahí.

Como era de esperarse – y como sigue sucediendo aún hoy a más de 100 años – el pueblo se dividió. El pueblo siempre se divide en los asuntos importantes, aunque al final, termina jalando pa donde mismo.

Los hombres, los jefes de familia en su inmensa mayoría se opusieron a la apertura de la escuela. Por ningún motivo dejarían que sus santas hijas acudieran a que les enseñaran “quien sabe que cosas que ni falta les hacen”. “Si así estamos bien, pa que le mueven al avispero”. Las mujeres, las señoras secretamente apoyaban a sus hijas y deseaban que ellas aprendieran lo que se les había negado.

En mi familia es famosa la historia de Tía Mónica, mi Bisabuela Paterna (Que dicen ya de grande fue tremenda) quien desde niña mostró su deseo de ir a la escuela, como sus hermanos. La familia de mi abuelo paterno vivía en la milpa “La Constitución” alejados del pueblo, en Zaragoza. Mi Tatarabuelo, el papá de Tía Mónica, se negó rotundamente y a gritos y golpes en la mesa dejó muy claro que por ningún motivo su hija asistiría a la escuela “eso no es para señoritas, es para varones nada más, asi ha sido siempre”.

Mónica tenía un carácter firme y era terca.  Siguió insistiendo y pidiendo asistir a la escuela. Hizo enojar a su papá, el cual furioso le dijo: “¡Si te atreves a ir a la escuela, te vas de esta casa, dejas de ser mi hija!!!”. ESTO SUCEDIÓ MUCHOS AÑOS ANTES DE LA ESCUELA PARA MUJERES.

Adivinen que paso.

No sé cómo pasó. En la tradición oral de la familia no recuerdo que se dijera cómo le hizo Tía Mónica para… IRSE DE LA CASA, LLEGAR AL PUEBLO Y ¡!ENTRAR A LA ESCUELA PARA VARONES¡¡  Calculamos que así debe de haber sido porque era la única que sabia leer y escribir.

En contra de los deseos de su padre, en contra de su autoridad, que para la época era tanto como deshonrarlo y exponerlo a la burla del pueblo.

Esas eran viejas diríamos ahora. Era tal su desesperación por conocer cosas nuevas, por saber más, por “conocer mundo”, que se fue al pueblo y con toda seguridad algún pariente debe de haberla acogido. Cuentan en la familia que ya señorita y mujer Tía Mónica fue muy vaga y sumamente dicharachera, platicadora, amiguera y con una inteligencia y picardía únicas. Se iba en carruaje de Pitiquito a Caborca a visitar parientes y amigos. O agarraba rumbo a Santa Ana, etc.

Estoy seguro que así como Tía Mónica varias mujercitas del pueblo deben de haber enfrentado las negativas de su padre para asistir a la escuela. Esas fueron LAS PIONERAS, son las que abrieron brecha, son las que demostraron que no pasaba nada, que seguían siendo tan mujeres como siempre y que podían igual procrear y criar hijos y formar una familia.

Ojala en algún lado, en algún archivo exista la primera generación de la Escuela para Mujeres para rendirles un homenaje a ellas y a Juanita Lizárraga. Fueron mujeres sin miedos y sin prejuicios.

Juanita a propósito, no se casó, siguó soltera toda su vida, siguió siendo “Señorita” (Asi decían en el pueblo a las quedadas). Murió de 104 años en la milpa al otro lado del río que ahora es propiedad de Luis Cañez.

Estos últimos datos y otros junto con la foto de Juanita Lizárraga que aparece arriba, con el vestido elegantísimo que uso para el baile con Porfirio Díaz, fueron proporcionados por Jorge Luis Lizárraga Barrios, sobrino Bisnieto de Juanita. Gracias Jorge y familia. Y se publica esta versión de los hechos con autorización de él, a pesar de las diferencias en las tradiciones orales familiares.

Si amplian la foto de Juanita que aparece arriba, podrán apreciar los detalles del vestido, de los aretes, pulseras y cadenas. No se puede apreciar de qué tema era el libro que tiene en la mano, pero se puede concluir que sabía leer!!