La Guerra de Independencia

El Ejército en la Independencia de México

A finales del siglo XVIII, los conflictos que sostenía la Corona Española con el dominio Británico por el control de las colonias de Ultramar provocaron la extracción excesiva de recursos provenientes de los territorios americanos.

En la Nueva España fue implementada la Real Cédula de Consolidación de Vales para obtener benéficos económicos, medida que se basó en corregir las fugas fiscales y aumentar impuestos a sectores productivos como el de la agricultura, minería y comercio.

La recaudación de impuestos provocó consecuencias desfavorables para el control y la administración de la colonia española. Las diferencias entre peninsulares y criollos se acentuaron, las ideas liberales e ilustradas comenzaron a propagarse e influir en grupos de origen criollo que ejercían influencia en el orden público, la administración del gobierno y la iglesia.

El 14 de julio de 1808,  llegaron a la colonia americana las noticias de las renuncias de Fernando VII y Carlos IV al trono de España, que significaron la desaparición de la legítima autoridad. El Ayuntamiento de la Ciudad de México, "en representación de todo el reino", entregó al Virrey un memorial para que las renuncias fueran nulas por haber sido "arrancadas por la violencia".

Los oidores propusieron que se reuniera una junta de las principales autoridades de la ciudad, el licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos, Síndico del Ayuntamiento, planteó la necesidad de formar un gobierno provisional y propuso desconocer a las juntas peninsulares.

El 12 de agosto, el Virrey José Joaquín Vicente de Iturrigaray, ordenó que no se obedeciera a ninguna junta peninsular, a menos que fuera creada por Fernando VII, con lo cual, estando el monarca prisionero, se desligaba de toda autoridad en España.

La noche del 15 de septiembre de 1808, Gabriel de Yermo con 300 hombres, y en complicidad con la guardia de palacio, hicieron prisionero al Virrey Iturrigaray, mientras tanto, los Oidores, el Arzobispo y otros notables, reunidos en la Sala de Acuerdos, declararon su separación del cargo y nombraron al Mariscal de Campo Pedro Garibay para sustituirlo.

El 19 de julio de 1809 el Arzobispo de México, Francisco Javier de Lizama y Beaumont, sustituyó al Virrey Pedro de Garibay en el virreinato por instrucciones de la Junta Suprema de Sevilla. En 1810, los franceses ocuparon la mayor parte de España y se constituyó una Regencia.

El 14 de febrero de 1810, se convocó a una asamblea para darle al reino una nueva Constitución, incluyendo por vez primera la asistencia de representantes americanos.


Las encarecidas condiciones sociales, económicas y políticas llevaron a incitar ideas sobre desconocer a las autoridades virreinales e instalar, en su lugar, una junta de gobierno provisional, hasta que fuera restablecido en el trono el monarca Fernando VII.

En el pueblo de Dolores el cura Miguel Hidalgo y Costilla con un grupo de criollos, entre quienes figuraban los Capitanes del Regimiento de Dragones Provinciales de la Reina, Ignacio Allende y Juan Aldama, comenzaron a conspirar en casa del Corregidor de Querétaro, don Miguel Domínguez, con estas reuniones finalmente lograron desatar el movimiento de la Guerra de Independencia.

Al principio, se integró por campesinos, agricultores, mineros y trabajadores de las haciendas sin ningún conocimiento castrense, el Ejército Insurgente comenzó a organizarse con la dirección de algunos líderes que aprovecharon de los nativos, su álgido conocimiento del terreno, la cantidad de efectivos que se unieron a su causa y la adhesión de (probablemente dos compañías) de Dragones del Regimiento Provincial de la Reina, leales a Allende.

Durante el mes de junio de 1811, las autoridades españolas intentaron detener los brotes insurgentes, con el reglamento político militar, llamado “Plan Calleja”, que exigía crear cuerpos de infantería y caballería en las ciudades y conseguir que los habitantes de haciendas y ranchos se defendieran de los ataques insurgentes y aumentaran el número de cuerpos irregulares.

Dando como resultado un paulatino reconocimiento de los cuerpos irregulares, con los que se sostuvieron múltiples choques violentos y desorganizados. Si bien, las huestes insurgentes carecían de conocimientos estratégicos y tácticos para la guerra, la cantidad de hombres que se unieron a la causa independentista hizo la diferencia en la mayoría de combates y enfrentamientos que se libraron en contra del Ejército Realista. De manera que a largo plazo, el Ejército Insurgente formó una verdadera resistencia, hasta la integración del Ejército Trigarante.