México sin herramientas para prevenir reclutamiento de menores
Fuente: https://es.insightcrime.org/
Entre 35.000 y 45.000 niños, niñas y adolescentes son aprehendidos y explotados por los grupos criminales de México, según Saskia Niño de Rivera, directora de Reinserta, fundación que busca reformar el sistema penitenciario del país y ofrecer oportunidades para las personas que salen de prisión.
Sin embargo, gran parte del cubrimiento periodístico sobre estos niños en el país se ha centrado en elementos sensacionalistas, ha popularizado frases como niño sicario o se ha enfocado en el conteo de muertos.
Un nuevo libro, "Un sicario en cada hijo te dio", del que Niño de Rivera es coautora, narra la vida de varios de estos menores, a la vez que muestra la casi completa falta de oportunidades que se les ofrecen en México. InSight Crime habló con Niño de Rivera en torno a la dinámica del reclutamiento de menores en México y sobre las opciones que existen para ayudarlos a reintegrarse a la sociedad, así como sobre el impacto de la pandemia de coronavirus.
InSight Crime (IC): ¿Cómo surgió la investigación para el libro y cómo la llevaron a cabo?
Saskia Niño de Rivera (SNR): En Reinserta llevamos ya siete años trabajando con adolescentes en conflicto con la ley, haciendo el modelo de reinserción para ellos y ellas. Somos una fundación que está pendiente de las historias de quiénes son estos jóvenes: los conocemos y trabajamos con ellos a fondo de manera cercana. Fue muy fuerte porque cada vez empezamos a ver más casos, que fue lo que explicamos en el libro. Algo que Mercedes Castañeda (co-autora del libro) y yo nos preguntábamos mucho era, ¿por qué esto no se está dando a conocer? ¿Por qué esta trayectoria de niños armados, de niños asesinados en el sicariato y en la delincuencia organizada no se está gritando a voces? Cuando nos buscaron de la editorial vimos una oportunidad de hacer un vehículo para poder contar las historias.
IC: No se habla tanto del reclutamiento de menores por estructuras criminales en México, como se habla, por ejemplo, en Colombia.
SNR: Es que el tema en México no se ha querido abordar. Por alguna razón, se ha optado por hacer caso omiso. La verdad es que las autoridades son los principales que han hecho completo caso omiso de esta realidad. No lo están queriendo afrontar y nos parece muy grave.
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IC: ¿Cuáles son las dinámicas específicas de reclutamiento que encontraron durante su investigación sobre el tema?
SNR: Mucha gente cree el reclutamiento se refiere a que los niños son captados de manera forzada y llevados a centros de entrenamiento para ser sicarios. Eso no es cierto. Cuando hablamos de reclutamiento en la infancia tenemos que entender que hay varios modos de reclutamiento.
Uno sí es el reclutamiento forzado donde no hay opción para los niños: son robados o son vendidos por sus padres a la delincuencia organizada y las fuerzas armadas. Pero otras veces también influyen los factores de riesgo en los que se desarrollan estos menores de edad. Por ejemplo, hambre, violencia extrema en casa, sin posibilidades de ir a la escuela u otras situaciones de marginación.
IC: ¿Podrías contarme de un caso específico de participación de un menor en el crimen organizado que particularmente te marcó?
SNR: Me marcó mucho el caso de Damián, su historia viene explicada en el libro. Es un caso en el que nos buscaron para desmovilizarlo porque lo iban a matar. Es una historia de un típico caso de una ineficiencia absoluta del estado y de la (capacidad de la) ciudadanía en olvidar a un niño. Es un niño que fue vendido a los seis años, fue explotado laboralmente, lo terminaron enganchando para mover muebles de un punto a otro con droga. De repente, Los Zetas lo agarran en Tamaulipas y matan a quien iba manejando el autobús –a quien él lo consideraba su hermano– y a Damián lo reclutan. Es un niño que empieza a vivir en los basureros y a los ocho años ya estaba enganchado con la droga y en temas fuertes de delincuencia.
Cuando hablamos con él, no llevaba ni dos días de sobriedad de los que se pudiera acordar. No tenía nombre, le pusieron un alias. Tampoco sabía qué edad tenía, le tuvieron que hacer un peritaje en los dientes para saber qué edad tenía cuando lo detuvieron.
IC: ¿Cómo ha contribuido la pandemia del Covid-19 y el cierre de escuelas al reclutamiento de menores?
SNR: La escuela representa un factor protector o de riesgo según las condiciones o características de esta. Debido a la pandemia las escuelas permanecen cerradas y se ha recurrido a medios electrónicos para continuar la implementación de planes educativos. Lo anterior, ha limitado la posibilidad de que niñas, niños y adolescentes encuentren espacios de interacción social distintos. Aunado a esto, se ha hecho evidente la desigualdad social que permea en los hogares mexicanos, ya que es limitada la población que tiene acceso a nuevas tecnologías.
Estas desigualdades dejan la puerta abierta al crimen organizado, las niñas, niños y adolescentes permanecen más tiempo en su hogar expuestos a violencia, carencias económicas, tecnológicas, sociales, educativas y económicas. Si bien no se cuenta con una cifra actualizada de cómo ha aumentado el reclutamiento de menores en los últimos meses, sí es viable señalar que los factores mencionados se han ido exacerbando, lo que ha sido aprovechado por grupos criminales para reclutar niñas, niños y adolescentes.
IC: En Colombia hemos visto que los menores de edad son entrenados para ser mulas, halcones, luego guardias y eventualmente pueden ascender a soldados o sicarios. ¿Qué tan fácil es ascender en los rangos criminales para un niño en México?
SNR: El escalamiento de los menores en los rangos criminales tiene que ver con sus impulsos. Tienen menos sentimiento de precaución que un adulto y eso es un área de oportunidad de la delincuencia. Los enganchan rápidamente en las drogas y eso hace que, por el mismo consumo, estén predispuestos para cualquier cosa.
Algo que nosotras hemos visto mucho es que escalan muy rápido. No hemos visto, por ejemplo, que duren varios años siendo halcones. La delincuencia organizada ha visto el área de oportunidad en el entrenamiento de estos menores. Pero así como escalan rápido, los terminan matando rápido.
IC: Por lo general, hablamos de la participación de jóvenes en el tráfico de drogas, pero sabemos poco sobre la participación en otras economías criminales, como la trata de personas. ¿Qué tan diferentes son las causas de reclutamiento de jóvenes para estas actividades más "invisibles"?
SNR: Yo creo que cada acto antisocial tiene sus características. Por ejemplo, en la trata de personas las niñas son cooptadas, manipuladas, robadas, “enamoradas” o los niños son robados y vendidos. La explotación laboral es mucho más forzada que el tema del narcotráfico.
Por ejemplo un niño que tú veas vendiendo en la calle no tiene opción, como parecería con un adolescente que opta [involucrarse en el crimen organizado] por tener dinero a cambio. A los niños explotados laboralmente se les obliga y se les golpea para que entreguen el dinero al final de la jornada laboral.
En el narcotráfico, los grupos criminales han aprendido a cooptar a los menores por sus necesidades dentro de la marginación en la que están. Ya sean carencias físicas, carencias emocionales, adicciones, deudas, miedo, narcocultura…
IC: ¿Qué oportunidades hay para menores que logran salir o escapar de grupos criminales?
SNR: Desde el sector público las oportunidades tanto educativas como laborales son limitadas. Desde lo educativo, existen pocas alternativas que promuevan un acompañamiento efectivo en las y los adolescentes tomando en cuenta el rezago educativo que existe.
Respecto del campo laboral, la oferta también es limitada. Hay pocas oportunidades de empleo cuando están fuera y existe un alto índice de empresas que ofrecen un sueldo mínimo. Por lo que comúnmente se recurre a ofertas de empleo informal (por ejemplo: ambulantaje).
La sociedad civil, por su parte, está desarrollando estrategias dirigidas a prevenir el reclutamiento de menores por el crimen organizado y se encuentra desarrollando planes y programas que atiendan las necesidades de esta población. En nuestro caso, hemos logrado desarrollar y consolidar el modelo de reinserción social para adolescentes y jóvenes que ofrece cinco grandes ejes de intervención: educativo, de salud mental, habilitación laboral, justicia restaurativa y autocuidado.
Ya existen grupos de la sociedad civil trabajando en programas efectivos para desmovilizar y reintegrar a esta población.
IC: ¿Qué herramientas de rehabilitación existen y qué tan efectivas son?
SNR: La evidencia con la que contamos proviene de la experiencia internacional en países como Italia, Colombia, Brasil, Australia, Estados Unidos, Filipinas y el continente africano. Las buenas prácticas se gestan desde el inicio del proceso de desmovilización y hasta la reintegración. Para apoyar a esta población se centran principalmente en la elaboración de protocolos de seguridad y reubicación, programas integrales de desmovilización, justicia restaurativa y rituales de desmovilización, renovación y reintegración.
Italia lleva un programa de reintegración que se centra en cumplir un proyecto educativo personalizado que elaboran trabajadores sociales de los servicios sociales para menores y otras instituciones. Este programa ha resultado ser efectivo en ese país. En Filipinas se trabaja la reintegración desde programas enfocados en fortalecimiento de capacidades psicosociales y se acompaña también de reintegración a la vida productiva.
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IC: ¿Hay algún caso de éxito que ustedes conozcan?
SNR: La evidencia en México respecto de los casos de éxito sobre “rehabilitación” o “desmovilización” es escasa. Desde Reinserta hemos implementado un modelo de reinserción social para adolescentes y jóvenes que han cometido delitos de alto impacto. A través de este modelo, hemos contado con casos de éxito, con los que se ha logrado alcanzar resultados favorables como la no reincidencia, disminución de factores de riesgo de reincidencia; han aumentado sus factores protectores y han conservado empleo y educación.
Nuestra fundación está realizando un manual de desmovilización con base teóricas y metodológicas, por lo que sentaremos las bases para lograr contar con casos de éxito a mediano plazo.
IC: ¿Qué recursos y herramientas tiene el gobierno mexicano para hacerle frente a este problema?
SNR: Yo creo que la complejidad de combatir el problema de los niños dentro de la delincuencia organizada es transversal. No se puede solo decir que con mayor educación habrá menos niños en el narco. Pero sí se puede empezar con implementar capacitaciones fuertes en docentes para que sepan detectar factores de riesgo en niños.
Algo que nosotras vemos mucho son casos de niños echados de la escuela. Y cuando se investiga más a fondo, resulta que el niño vivía violencia en casa y por lo tanto tenía un mal comportamiento en la escuela. Entonces cuando más los necesitan rescatar, los abandonan.
Pareciera que el sistema educativo de México está rebasado en ese aspecto. Muchos de los jóvenes con los que nosotras trabajamos fueron echados de la escuela.
También tenemos que fortalecer el DIF (Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia). A mí me es absurdo que no tengamos un sistema integral de protección de niños y niñas más fuerte. Debería tener acciones puntuales para atender y proteger a los niños que están en mayor riesgo.
Creo que en cuanto a política pública y programas sociales tiene que haber una estrategia integral.
IC: ¿Qué recomendaciones tienen ustedes para investigadores o periodistas interesados en cubrir estos temas? Son bastante sensibles y por lo tanto es fácil caer en el amarillismo. ¿Cómo podemos evitar esto?
SNR: Lo más importante es la protección a la infancia en todo momento y no criminalizar. Los medios han sido, en ocasiones, partícipes en detonar titulares con frases como “niño asesino”. El discurso no debe de ir dirigido a criminalizar, sino a enfocar la problemática de manera integral. De lo contrario, se puede promover el odio y eso puede ser el impedimento principal de que podamos o no cambiar y atacar este problema.
También hay que atreverse a hablar sobre el tema. Hablar de niños involucrados en la violencia es durísimo y muchas veces preferimos callar. Pero tenemos que visibilizarlo.