PITIQUITO EL MACONDO DE MEXICO.
por Miguel Mendez.
Hace unas semanas leí de nuevo, por tercera ocasión, Cien años de soledad de Gabriel García Marquez. No es que sea mi novela favorita, la causa de que sea la tercera vez que la leo. Las dos primeras fueron hace 40 años y fueron lecturas obligatorias en la clase de Literatura Latinoamericana en mi carrera. La primera la leí de corridito y me encantó; la segunda la leí teniendo que analizar psicológicamente a ciertos personajes, y tenía que contar el número de personajes que salen en la novela; hacer un perfil de Ursula o de Aureliano Buendía y tratar de entender cómo transcurre el tiempo a lo largo del relato, porque no transcurre lineal.
En fin, acabo de leerla por tercera vez y ahora si con toda la calma del mundo y saboreando las frases, las oraciones tan peculiares; disfrutando las descripciones que hace García Márquez tan detalladas, tan vivas, tan reales. Me devolvía para leer capítulos enteros y poder disfrutarlos y entender cómo están construidos.
Y sucedió lo obvio: Conforme transcurría en la lectura, la identificación entre Pitiquito y Macondo es innevitable aún con todas sus profundas diferencias: Macondo esta situado en medio de ninguna parte en lo más profundo de la selva colombiana, rodeado de verdor y con lluvias que duran más de un año. Pitiquito esta en medio de ninguna parte en el desierto más grande de México, rodeado de aridez por todos lados y donde llueve dos veces o tres al año. Macondo no existe más que en la novela y Pitiquito si es real. No tendrían porqué parecerse y de hecho no se parecen en nada como pueblos, pero….
…las ocurrencias, la imaginación, los emprendimientos, las respuestas, las discusiones, las costumbres y la manera de afrontar la vida de sus habitantes, es curiosamente, sumamente parecida y casi idéntica en algunas ocasiones.
Lees cómo hablan los Aurelianos, lo que hacen, lo que los obsesiona, lo que los mantiene vivos e inmediatamente piensas en algún personaje de nuestro Pitiquito, que !vaya que los tenemos¡.
Las locuras del Coronel Buendía, su guerra interminable, sus 72 batallas perdidas y su eterno regresar al pueblo que lo vió nacer y volver a pelear por sus ideales, sus amores infieles, sus hijos regados por todos lados pero todos reconocidos, me llevaban a pensar en algunos Pitiqueños del pasado.
La llegada de los Gitanos a Macondo cada año con las ultimas novedades y los últimos inventos de la humanidad, como el hielo, y la gente arremolinándose para conocer semejante adelanto de la ciencia, me hizo recordar cuando Pancho y Manuel Monreal aterrizaron un helicóptero en el Molino en Pitiquito, en 1962. Todo el pueblo dejó lo que estaba haciendo y corrimos al lugar para ver semejante insecto volador. O cuando llegaban los Húngaros al pueblo, versión Mexicana de los gitanos de Macondo.
Las locuras de Ursula y su reinado como matrona de la familia Buendía y sus más de 100 años de vida, cómo manejaba a la familia, las costumbres como tapar los santos y los espejos, los remedios para curar enfermedades, todo muy parecido a muchas matronas y remedios de nuestro pueblo.
Pitiquito, sus personajes de ayer y de hoy, los sucesos, las aventuras, los esfuerzos por salir adelante como pueblo, sus fiestas y sus duelos, sus leyendas y sus mitos, dan para un libro tan extenso o más que Cien Años de Soledad.
La historia de Don Alejandro Espinoza, primer único Diputado de Pitiquito, sus emprendimientos como la despepitadora, los primeros cultivos en la costa de Caborca, sus escritos en verso y la facilidad que tenía para versificar e improvisar, su gran imaginación que podía transportar a los niños a mundos mágicos, hacerlos reír y al siguiente segundo hacerlos llorar de susto; sus aventuras amorosas, sus parrandas y fiestas, dan para un personaje como los de García Márquez.
Las historias, ocurrencias, chistes, aventuras, parrandas, recorridos, conquistas y trabajos de Alonso Grijalva en compañía de Don Alberto Méndez, pueden llenar páginas enteras.
Personajes como Don Manuel Tiznado, el Saurino; La llegada, asentamiento y trabajos y aportación al pueblo de extranjeros como el Dr. Serrano y familia, Españoles; o Don Luis Taubé, originario de la antigua Hungría, por mencionar los que conocí, pueden ser libros por separado cada uno.
Desafortunadamente hoy todas esas personas ya sólo existen en la memoria y cada vez son menos los recuerdos, porque se van muriendo. Así es como muere la memoria de los pueblos. Nadie ha querido escribir esas historias y qué tristeza porque no estamos dejando nada a las nuevas generaciones.
En mi familia existió la tradición oral y de una manera muy rica, pasada de generación en generación, relatos, historias, aventuras, todo en forma verbal. Mi tía Eloisa Méndez fue la última custodia de esa tradición oral. Podías pasar horas escuchándola contarte la historia de la familia y de otras familias. Ella tenía una memoria prodigiosa. Yo no. La escuhé muchas veces, me senté con ella a preguntarle cosas y pasaba largas tardes entretenido con sus historias. Pero mi memoria es muy pobre y lo descubrí ya muy tarde, cuando ya se me había ido mi tía. por eso ahora escribo, porque quiero dejarle a mis hijos y nietos algo que puedan leer cuando estén aburridos y lo comparto con ustedes porque quiero dejar esa semilla en sus mentes y corazones. Ojalá lo logre.
Gracias siempre.