Qué hubiera pasado si…
Es un reto que me lanzó uno de mis mejores amigos en la vida, Ricardo Armando Gutiérrez García, Cayo, mientras nos tomábamos unas cheves, este fin de semana. Hemos sido amigos toda la vida, desde niños, con largas temporadas sin vernos, como cuando me fui del pueblo, pero siempre reencontrándonos y siempre con mucho gusto y mucho respeto. En los últimos años, nos ha dado por ponernos sentimentales y nos ponemos a filosofar sobre la vida, lo que hemos hecho, lo que tenemos, las familias, los hijos, nuestros padres, los hermanos, los amigos y lo bien que nos sentimos en ésta etapa de la vida en la que te das cuenta que lo material no importa, que lo que queda es la familia y los buenos amigos, como él y yo. Hasta se nos aguadean los ojos en ocasiones. Cosas de adultos mayores, que tenemos los sentimientos a flor de piel.
De repente me dijo: “¿Alguna vez has pensado que hubiera pasado contigo si no te hubieras ido del pueblo?, ¿Que hubiera sido de tu vida?” Y antes de responderle me ordenó: “Escríbelo por favor, mandamelo por watsup”.
Y aqui estoy. Me movió el tapete como siempre.
Muchas veces Cayo, he pensado en eso. Son de esas reflexiones que creo yo que todos nos hacemos muy en nuestro interior y que las guardamos y jamás las sacamos. Y nunca las externamos porque, en nada cambiaría el pasado. Sin embargo me he preguntado eso muchas veces, y al hacerlo me he entendido más.
La respuesta es muy sencilla, pero también difícil y extensa. Mira.
En primer lugar era muy imporbable que no lo hiciera. Aunque mi padre era mas conservador, hombre de campo y forjado ahí, y probablemente si le hubiera dicho no quiero estudiar una carrera, hubiera terminado por aceptarlo, mi madre no. Ella no aceptaría un no quiero estudiar. Ella nos inculcó desde niños, la responsabilidad de la escuela y el gusto por los libros y la lectura. Era una mujer muy adelantada a sus tiempos. Ella sabía que estudiando una carrera profesional podríamos “ser alguien en la vida”. (Una frase muy mal utilizada por nuestros viejos, porque para ser alguien en la vida, pues no necesariamente necesitas los estudios, pero se entiende pues.)
Además yo tenía el ejemplo de mis hermanos mayores que salieron del pueblo para estudiar en una universidad. Y mi hermana también. Asi es que en mi mente, nunca pasó la posibilidad de no estudiar, yo sabía en mi interior que llegado el momento tendría que hacerlo. No lo cuestionaba, no me incomodaba tampoco.
Pero bueno, vamos a suponer que nada de eso hubiera estado presente en mi vida y yo decido quedarme en el pueblo. Creo que hubiera tenido que ponerme a trabajar y muy duro, en el campo de mi papá, que aún lo tenía, o en otro.
A la vez me visualizo jugando beisbol con el equipo de Pitiquito en la Liga Norte, porque en el equipo titular de los 70’s estaban todos mis compañeros, creo solo faltaba yo. (Y esta es ooootra historia). Tenía facultades para el beis y muy probablemente un camino alterno habría sido hacerme jugador profesional o al menos intentarlo.
Otra posibilidad es que al estar mis hermanos fuera, y yo seguir ahí, mi papá me hubiera pasado las riendas del campo con todo lo que eso significaba, y ahi si, ni idea tenía, pero creo que habría aprendido. De ser así, unos años después me habría casado con una Pitiqueña y a tener hijos se ha dicho. jajajaja.
Si me preguntas si hubiera sido feliz con esa vida… tal vez si, pero no más feliz que la tengo y he tenido. Mi mundo habría sido mucho más pequeño de lo que es, mi aprendizaje, mi crecimiento personal y las relaciones y amistades, hubieran sido infinitamente menores creo yo.
Lo que tu no sabes y nadie sabe es que yo soy uno y cinco a la vez. Asi me visualizo y asi entiendo mejor lo que ha sido mi vida. No es que tenga personalidad múltiple o cosas asi. Sino que siento que he vivido cinco vidas en una y todas definidas por los lugares. Tampoco significa y lo aclaro para los suspicaces, que tenga una “cara distinta” en cada lugar. Para nada. Tratare de explicarme.
Mis primeros 15 años los vivi en el pueblo. Kinder, primaria y secundaria. Y algunos de ustedes me han acompañado desde entonces. Ahi viví mi primera vida que gocé y disfrute al máximo. Son las bases, son mis cimientos, la formación fundamental, lo que te define, lo que crea tu bagaje cultural, cuando aprendes a ser, cuando se define tu personalidad. Aprendí el valor de la familia, el respeto a los mayores, la disciplina en la escuela y en la casa, el valor de los amigos, la lealtad, el luchar por un objetivo como cuando jugábamos beisbol.
Luego viene la etapa de la preparatoria que los viví en San Luis Río Colorado, a donde llegué y tuve que empezar de cero en casi todo: Nuevos vecinos, nuevos compañeros, nuevas costumbres, formas de vestir, formas de hablar, palabras nuevas, caló, spanglish, cultura de frontera, rock, bebida, apertura mental, relajación sexual; competencia, intereses, luego excelentes amigos y amigas, otras formas de pensar, todos con la meta de estudiar una carrera en Mexico, en Guadalajara, en Monterrey, en Tijuana. Me integré a jugar beisbol en la liga municipal estuve en dos equipos, acudí a estatales, no era para nada malo y en algún momento pensé buscar la manera de jugar profesionalmente. Había muchos jugadores profesionales de San Luis. Mi primer trabajo remunerado. Mi vocación para escribir, nació ahi. Sentía la necesidad de hacerlo. Otro mundo, otro yo.
La tercera etapa es Monterrey, N.L. a donde llegué a estudiar la carrera en el Tec, en 1975. Volver a empezar de nuevo. También casi de cero. Un mundo extraño para mi, en todo. Yo no sabía lo que era la riqueza ahí la conocí. No sabía que las apariencias cuentan, no sabía que como te ven te tratan. No sabía la importancia del blof, es decir, el hacer creer a todo mundo que sabes lo que no sabes o eres lo que no eres y que si los demás lo creen, ya chingaste, porque para ellos sí eres y sí sabes lo que no eres ni sabes, jajajajaja. Nuevas palabras, nuevas expresiones, nuevos tonos, otras costumbres, otra forma de respeto, otra forma de ser leal, otra forma de ser fiel, los mismos valores pero entendidos de diferente manera.
Mi mamá me hacía las camisas y las chamarras. Todo con telas, diseños, cortes, adornos, etc a la última moda. Llegaba de vacaciones de verano con “ropa nueva made in home” y cuando me preguntaban donde las había comprado, decía que en San Diego, y me lo creían hasta me preguntaban nombre de la tienda jajajajajaja. “Isabel Designs” les decía que se llamaba la tienda y que me las hacían a la medida. Asombro total. Y se lo creían. Muy pocos supieron la verdad.
Nuevos amigos, me costo trabajo hacerlos, pero los que hice, persisten hasta la fecha, muy muy buenos amigos y amigas. La amistad tiene un alto valor en Monterrey. Ahi aprendí también lo que es no tener qué comer el domingo, no traer ni cinco para el camion y tener que pedir raite para llegar a la casa. Ahi aprendí que yo, no era igual, que casi todos podían pero yo no, aprendí que hay niveles, tal cual.
Pero lo mejor de todo es que a mitad de la carrera ya había aprendido que para sobrevivir en esa jungla, tenías que ser más inteligente que muchos y echarle coco al asunto. Y lo logré. Si yo contará todas las peripecias, uff. Ahora me rio.
Mi libertad personal y mi independencia económica las obtuve en Monterrey. Mi profesión, mi primer trabajo ya como profesional en una gran empresa con un muy buen sueldo. Mis primeros trajes, sacos y corbatas, mi primer carro, los viajes por casi todo el país, por cuestiones de trabajo; mi primera decepción amorosa, que dolió mucho, un dolor desconocido para mi.
Mis primeros éxitos profesionales, recompensas, reconocimientos y sobretodo mucho pero mucho aprendizaje y formación profesional que hasta la fecha utilizo y aplico.
Hoy Monterrey es solo un recuerdo y un lugar en el que fui feliz y al que regreso cada año o dos años a reencontrarme con los compañeros de generación a abrazarnos, reirnos, gozarnos, extrañarnos y llorarnos por 24 o 48 horas.
La cuarta etapa de mi vida fue corta en duración, pero me marcó para el resto de mis días. Regreso de Monterrey a Sonora. Aterrizo en Pitiquito y me pongo a trabajar en Caborca. Los reencuentro a ustedes mis amigos, a mi familia, la nuclear y la extendida, me envuelve la nostalgia, los lugares de la infancia, las palabras, los dichos, las costumbres. Fue un renacimiento que me agradó, me excitó, me llenó los sentidos con olores, aromas, texturas, paisajes, etc.
Es una etapa que debería recordar con mucho gusto y mucho cariño y amor porque en ella conocí a la que es mi hoy compañera y esposa de vida, madre de mis hijos. Pero también conocí a la persona que con su humildad, don de gentes, carácter pacífico, corazón de oro, inteligencia, audacia y liderazgo conquistó mi atención y mi lealtad y fidelidad. Persona que injustamente y mucho antes de tiempo, del debido, perdió la vida en circunstancias muy dolorosas y tristes, dejándome un gran legado que guardo para mi muy dentro de mi ser. Fue mi Jefe en esos momentos. Mi amigo y casi un hermano mayor.
Y lo que son las cosas. Ahi podría haber decidido quedarme a vivir en el pueblo o en Caborca. Al fin de cuentas yo de Pitiquito y mi esposa de Caborca, algo podría haber hecho sin duda. Pero de nuevo levanto anclas y salgo a “buscar la vida”.
Y la encontré en Hermosillo que representa ésta quinta vida. Llegué recién casado y con mi esposa en espera de mi primer hijo, de nuevo sin nada, sin trabajo, sin casa, pero con las ilusiones y la fuerza indómita que te da el saber que vas a ser padre, que a nosotros nos enseñaron que eso significa responsabilidad y trabajo duro.
Y aqui estoy 35 años después viviendo esta quinta vida que ha resultado plena de satisfacciones, logros, recompensas, crecimiento personal, desarrollo profesional y muy generosa conmigo a pesar de los errores, los fracasos, las pruebas que te pone Dios. Una familia hermosa, un hijo, dos hijas, tres nietas y una abuela aún jóven y alegre como siempre ha sido, fuerte, incansable, empujándome y levantándome en las malas y en las muy malas, y siendo compañera y amiga en las buenas. Nunca terminare de agradecerle lo que me quiere, sin yo merecerlo a cabalidad. La verdad ante todo.
E igual que en las anteriores vidas, aquí también nuevas costumbres, nuevas personas, otras formas de pensar, de actuar, rescatando palabras del pasado, conociendo muchas personas, pero conforme me hago viejo, siendo cada vez más selectivo.
Llegué a lo más alto que se pueda llegar en mi actividad gremial, Presidente Nacional del gremio, representante de México en otros países, múltiples satisfacciones, son las grandes ligas de la actividad. Y ahi estuve, y cuando estaba en otros países y me presentaban en el presidium, empezaba mi conferencia diciendo, “soy de México, de un pueblo en el Desierto de Sonora, Pitiquito se llama.” Nunca he negado mis orígenes, ni lo haré jamás.
Llegué al puesto más alto que se pueda aspirar en mi actividad profesional en el Estado y me siento sumamente orgulloso de ello. Ambos logros, los visualice, los busqué y los logré. No me los regalaron, nadie me ha regalado nada profesionalmente hablando. Son 40 años de experiencia y conocimientos. Nadie me los puede regatear.
Lo más interesante de todo esto es que mis gentes de una vida ni idea tienen del Miguel de las otras. Es decir, los que me conocen de Monterrey, ni idea del Miguel de San Luis Río Colorado o del de Pitiquito y viceversa. Muy poco conocen o saben del yo de otras vidas, solo lo que yo platico o me preguntan de vez en cuando.
Ahora se que hay “amistades” y hay AMISTADES asi con mayusculas; ahora se que hay “conocidos”, gente que conoces, esta un rato en tu vida y sale, sin dejar huella ni marca alguna. Ahora se que un dia eres, y al siguiente no eres nada. Aprendí que para muchas personas vales, lo que en ese momento representas para ellas, ya sea un trabajo, un apoyo, un préstamo, un proyecto, y después pierdes valor. Aprendí que no hay fondo, que quien dice “ya toque fondo”, no sabe que en realidad no lo hay, y caes tan abajo, tan hondo como tu lo permitas y quieras, y que cuando estas ahi y volteas hacia arriba y ves unas manos extendidas es como si el cielo se abriera. Y esas manos no se olvidan, se podrán olvidar muchas cosas, pero esas manos extendidas tratando de sacarte o sostenerte, son imborrables.
Hoy disfruto enormemente los pequeños momentos como esos en que nos sentamos con una hielera, cerveza en mano, o con un café, y tres horas después nos damos cuenta que somos los mismos, aquellos chamacos que vivieron tantas aventuras juntos, a pesar de las vidas vividas, própias y ajenas. Me gusta mucho el pueblo, disfruto enormemente ir, estar, recorrerlo, subir cerros, recorrer campos, saludar caras de las que no recuerdo bien los nombres. Lo gozo como niño en Disneylandia. No se si podría vivir ahi de nuevo, creo que no, son muchos años fuera, son cuatro vidas más. Ya no tengo ataduras en el pueblo, solo recuerdos, solo nostalgia, solo amigos que me defienden y me entienden, como tu.
No se si cumplí el reto amigo.