De la Alianza a la Rivalidad: La Historia Milenaria entre Israel e Irán

Historia 24 de jun. de 2025

Pocas relaciones en la historia mundial son tan complejas y han sufrido una transformación tan radical como la del pueblo judío con Persia. Lo que una vez fue una alianza fundamental para la supervivencia de Israel es hoy una de las rivalidades más peligrosas del planeta. Para entender cómo un benefactor histórico se convirtió en un archienemigo, es necesario recorrer un camino de más de 3,000 años, desde los orígenes bíblicos hasta la geopolítica moderna.

El Origen de una Nación - Promesa, Reino y Exilio

La historia de Israel comienza con una promesa. Según la tradición bíblica, Dios prometió a los patriarcas —Abraham, Isaac y Jacob (cuyo otro nombre era Israel)— una tierra para sus descendientes. Esta promesa se materializó siglos después, cuando los israelitas, liberados de la esclavitud en Egipto bajo el liderazgo de Moisés, conquistaron la tierra de Canaán.

Hacia el año 1000 a.C., se consolidó el Reino de Israel, con figuras legendarias como el Rey Saúl, el Rey David, quien estableció Jerusalén como su capital, y su hijo, el Rey Salomón, quien construyó el Primer Templo, el centro espiritual y nacional del pueblo judío.

Sin embargo, tras la muerte de Salomón, el reino se dividió en dos: Israel al norte y Judá al sur. Esta división los debilitó, y con el tiempo, ambos fueron conquistados. En 722 a.C., el Imperio Asirio destruyó el reino del norte. En 586 a.C., ocurrió la catástrofe que definiría al pueblo judío por siglos: el Imperio Babilónico, bajo el rey Nabucodonosor II, conquistó Judá, destruyó el Templo de Salomón y forzó a la élite judía al exilio en Babilonia. Parecía el fin de la nación.

La Alianza Dorada - Persia, el Salvador de Israel

Cuando toda esperanza parecía perdida, surgió un nuevo poder en el horizonte: el Imperio Persa. En 539 a.C., su visionario rey, Ciro el Grande, conquistó Babilonia. A diferencia de otros conquistadores, Ciro implementó una política de tolerancia sin precedentes.

Su famoso Edicto de Ciro, registrado tanto en la Biblia (Libro de Esdras) como en cilindros de arcilla históricos (como el Cilindro de Ciro), fue un punto de inflexión para el pueblo judío. El edicto permitía a todos los pueblos cautivos en Babilonia regresar a sus tierras y adorar a sus dioses. Para los judíos, esto significó:

  1. El fin del exilio: Podían regresar a su patria, Judá.
  2. La reconstrucción del Templo: Ciro no solo lo autorizó, sino que ordenó que los tesoros del Templo saqueados por los babilonios fueran devueltos y que la reconstrucción fuera financiada por el tesoro real.
  3. Autonomía religiosa y cultural: Bajo el amparo persa, el judaísmo pudo florecer de nuevo.

La Biblia trata a Ciro con una reverencia única para un líder extranjero, llegando a llamarlo "ungido de Dios" (Isaías 45:1), un título normalmente reservado para reyes y profetas de Israel. Fue gracias a Persia que se construyó el Segundo Templo, que se convirtió en el centro de la vida judía durante los siguientes 600 años. La historia de la reina Ester, una judía que se convirtió en reina de Persia y salvó a su pueblo, refuerza aún más esta imagen de Persia como un refugio y aliado.

Hacia el Estado Moderno - Diáspora y Sionismo

Tras el período persa, la tierra de Israel fue dominada por griegos y luego por romanos. En el año 70 d.C., una revuelta judía fue aplastada por Roma, resultando en la destrucción del Segundo Templo y el comienzo de la gran diáspora, la dispersión del pueblo judío por el mundo.

Durante casi 2,000 años, los judíos vivieron como minorías en otras naciones, manteniendo su identidad cultural y religiosa, pero sin un estado propio. A finales del siglo XIX, en respuesta al creciente antisemitismo en Europa, surgió el sionismo, un movimiento político que abogaba por el restablecimiento de un estado judío en su patria ancestral.

El Holocausto, el genocidio de seis millones de judíos por la Alemania nazi, fue el catalizador final. La tragedia generó un apoyo internacional abrumador para la causa sionista. En 1947, las Naciones Unidas votaron a favor de la partición de la Palestina bajo mandato británico en dos estados, uno árabe y otro judío. El 14 de mayo de 1948, David Ben-Gurión proclamó la independencia del Estado de Israel.

El Giro de 180 Grados - ¿Por Qué Son Enemigos Hoy?

Aquí reside la gran ironía de la historia. Durante las primeras décadas del Estado de Israel, las relaciones con Irán, entonces gobernado por la monarquía pro-occidental del Shah Mohammad Reza Pahlavi, eran sorprendentemente buenas. Compartían intereses estratégicos: ambos eran potencias no árabes en Oriente Medio y aliados de Estados Unidos, oponiéndose a la influencia soviética y al nacionalismo panárabe de líderes como el egipcio Gamal Abdel Nasser. Existía cooperación en materia de inteligencia, militar y económica.

El punto de inflexión absoluto fue la Revolución Islámica de 1979 en Irán.

La revolución derrocó al Shah e instaló una teocracia radical liderada por el Ayatolá Ruhollah Jomeini. La ideología de Jomeini transformó la relación de la noche a la mañana:

  1. Conflicto Ideológico: Jomeini enmarcó a Israel no como un rival geopolítico, sino como una entidad ilegítima y un enemigo del Islam. Lo llamó "el pequeño Satán" (siendo Estados Unidos "el gran Satán"), considerándolo una "base del imperialismo" en el corazón del mundo musulmán que debía ser erradicada.
  2. Liderazgo del Mundo Musulmán: Al adoptar la causa palestina como uno de los pilares de su política exterior, el nuevo régimen iraní buscaba posicionarse como el líder y defensor de los oprimidos en el mundo islámico, desafiando a las monarquías árabes sunitas como Arabia Saudita.
  3. Guerra en la Sombra (Proxy War): En lugar de un conflicto directo, Irán comenzó a financiar, entrenar y armar a grupos militantes en la región para que lucharan contra Israel. Su creación más exitosa es Hezbolá en Líbano, pero también apoya a grupos palestinos como Hamás y la Yihad Islámica.
  4. El Programa Nuclear: Para Israel, la mayor amenaza existencial es el programa nuclear iraní. Israel y gran parte de Occidente creen que Irán busca desarrollar armas nucleares con el fin de amenazar o destruir a Israel. Esta percepción ha llevado a una "guerra en la sombra" de sabotajes, ciberataques y asesinatos de científicos iraníes, atribuidos a Israel.

La historia entre Israel e Irán es un dramático recordatorio de cómo las alianzas pueden desmoronarse y ser reemplazadas por enemistades irreconciliables. La ayuda de la antigua Persia fue indispensable para la supervivencia y el renacimiento del pueblo judío tras el exilio babilónico. Sin embargo, el conflicto actual no tiene sus raíces en la antigüedad. Es un producto enteramente moderno, nacido de la revolución ideológica de 1979 que redefinió a Irán y su lugar en el mundo.

Hoy, la memoria de Ciro el Grande, el rey persa venerado como libertador en la Biblia, sirve como un eco lejano y melancólico de una amistad perdida, eclipsada por una hostilidad que define la geopolítica de Oriente Medio.

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